Cuando el Hombre quiere convertirse en Dios, sólo puede quemar sus alas…
Después de descubrir a Mathieu Bablet con Adrastea con el tema mitológico, no dudé un momento en ponerme con este maravilloso tomo de cómic que trae space-opera, una diferente, que atenta con la idea de marcar un hito en el campo de la ciencia ficción. Del cómic europeo de CF, mejor dicho, porque Shangri-La es una historia que sigue siendo clásica en esencia pero que logró mantener mi interés desde la primera hasta la última página. Una narrativa controlada que visita el racismo con animosidades y publicidad muy sexualizada, una distopía realista que te hace pensar en el valor de proteger nuestro hermoso planeta, el mismo que se está yendo a pique y no hacemos casi nada por salvarlo.
Es difícil no enamorarse de Shangri-La nada más coger el volumen que recién publica Tengu Ediciones. Magnífico cómic grueso (220 páginas) con lomo encuadernado en tela y cubierta majestuosa, con una excelente relación calidad-precio. Donde la obra de Mathieu Bablet hipnotiza incluso antes de ser abierta. La impresión de grandeza que transmite la portada ya atrapa. Y cuando lo abrimos, no nos decepcionamos…, cada página es una oportunidad para Mathieu Bablet de ofrecernos composiciones suntuosas, con decoraciones colosales y líneas extremadamente dominadas. Y de hecho, el estilo gráfico del autor-diseñador es, sin duda, lo que más atrae. Cómic para dejarte llevar, hechizado por el don de Bablet, y así descubrir los entresijos de un mundo futurista tan terrible como fascinante. Sin embargo, persisten dos grandes errores en mi opinión. Como leí en ciertos sitios, los diseños de personajes son muy cuestionables. Por mucho que los escenarios sean de un rigor y majestuosidad imponentes, los personajes son algo simples, esquemáticos; Todos lucen casi iguales. Y la otra incomodidad es quizás más grave: al querer interferir (y nosotros con ello) en los códigos de la novela de anticipación. Bablet cae en todos los clichés en los que esperamos no verlo caer. Por lo tanto, nos encontramos ante una situación que ya hemos visto en cientos de historias de CF: la humanidad reducida a vivir hacinada en entornos metálicos y espacios restringidos, una organización grande y abrumadora que gobierna el mundo (o lo que queda de él), una rebelión que intenta organizarse en secreto que cumplen sabiamente su misión sin conocer todos los aspectos del género.
Una descripción mordaz de una humanidad que no tiene sentido que siga existiendo, que discrimina y martiriza a los más débiles para establecer mejor su orgullo…, pero que quede claro que este argumento no es desagradable en sí mismo, pero sí peca de ser refrito de refritos, y obviamente Bablet corre el riesgo de enfrentarse a las grandes obras de ciencia ficción -de otras muchas- que ya lo hicieron mejor.
¿Se disfruta? Por supuesto. Porque el amante del buen cómic europeo siempre anda dispuesto a hacerlo con lo que se acaba de comprar. Pero al ver que cuanto más avanza la historia, más nos damos cuenta de que Mathieu Bablet sólo utiliza clichés e intenta ser original en cosas sin conseguirlo. Pero eso si, desarrolla una reflexión sorprendentemente potente sobre la humanidad, sobre la frontera entre el Bien y el Mal, y sobre todo, sobre el voluntariado, al describir una forma de totalitarismo mucho menos heredera de Orwell que de Huxley (véase su brillante Un mundo feliz).
Bablet describe la peor forma de totalitarismo que existe, una forma de totalitarismo consentido en el que la población sería consciente de su servidumbre, pero aceptaría sin problema siempre y cuando sirviera a su comodidad individual. Pese a todo, soy fan del estilo Bablet. Por lo que siempre-siempre seguiré sus obras. Y más, si afortunadamente llegan al español, como es el caso.