Furiosa es de esos títulos que tuve la intuición al ver la portada, que me iban a encantar. Y luego aún más sabiendo la sinopsis. Y…., cómic europeo del bueno. Y lo trae Norma Editorial. El caso es que el coche nuevo no podía fallar y no falló porque Furiosa es uno de los grandes cómics del año para mí. Te ríes cosa mala y salgo de mi lectura absolutamente encantado. En primer lugar, un dibujo ultra bonito, fino y original, en particular las (raras) escenas nocturnas, espléndidas. Una línea suave y clara que favorece la vista. Trazos que son un golpe de genialidad, en todos los sentidos de la palabra. Los colores también funcionan muy, muy bien, dando una atmósfera fuerte y dinámica al conjunto. El universo, que depende en gran medida del dibujo, es súper original. Los autores hacen algo nuevo a partir de algo viejo. ¡Dejadnos recuperar para vosotros esta vieja y buena leyenda artúrica! Y a eso le agrego humor, una buena dosis de humor, cool-trash (no sé muy bien qué significa eso, pero creo que encaja) así como un poco de barroco con también un poco de satanismo (Merlín es aún más perverso) y diálogos frescos y actualizados.
Los personajes de Furiosa son muy típicos, ya sea el propio Arturo (nombre al que mi madre siempre añadía: “…el de los huevos duros”, y creo que esto sumó), un Arturo en plena decadencia y literalmente bañándose en sus deshechos. Por otro lado, el Conde de Cumbre (que tiene una doble identidad, ¡pero shhh!) y su condimento en el cuenco, la taciturna Claudia, o simplemente la heroína, una joven llena de vida y enamorada de la libertad.
Una galería de retratos, a cual más increíble que el anterior.
Y finalmente, el escenario. En realidad no se trata de un escenario, sino de una carrera frenética. Explota a dos mil por hora lo que es una aventura medieval, con giros y vueltas como quieras. Es más, a los que amamos la Fantasía, nos echa la alfombra constantemente bajo de los pies. Sinceramente, un mecanismo muy bonito porque llegamos en Furiosa a un final bastante inesperado, como dijo alguien, nos dejan solos ante una alegoría del poder. Los autores van aún más allá al terminar esta epopeya en una dualidad de bien/mal, creación/destrucción, que parecen presentar como un componente inseparable de la vida misma. Y allí en el medio, el Hombre (en este caso, la Chica) que queda enteramente libre para prestar su ayuda a uno u otro, o simplemente seguir su propio camino.
Final perfecto.
Humor perfecto.
Agreguemos que, sin duda, agradará tanto a papás, mamá e hijos. ¿Se dice intergeneracional,verdad?
Uno de los grandes cómics del año.