Reseña: The October Faction, de Steve Niles y Damien Worm

Para aquellos que reivindicamos tanto a editoriales, más cómic de Terror, consuela ver que en Norma Editorial se van editando cositas interesantes. De Norma siempre haré mención a aquella genial serie llamada Rachel Rising, tres tomitos maravillosos, con una trama original y diferente del ya considerado maestro Terry Moore. Pero en definitiva es eso, que uno cada mes echa ojo a novedades y es en Norma Editorial donde encuentra mithril. Es obvio. Tan fácil como ir a lo seguro y publicar autores de renombre del mejor género de todos. También nuevas promesas. Pero sobre todo, consagrados, de los cuales muchos títulos aún no han llegado aquí.

En este caso, un autor de renombre como Steve Niles. Gran guionista -eterno por su maravillosa saga vampírica 30 Días de Noche-, uno de los maestros actuales del horror sobrenatural, como se alega en varios sitios. En The October Faction, una vez más, Niles y Damien Worm demuestran ser el equipo ideal para una historia tenebrosa donde casi cada página es puro arte gótico. Reliquias, marcos como imágenes perdidas en el tiempo, empapados en sangre, desgastados tapices y un clima agobiante son sus principales virtudes. Detalles tan monstruosos como la historia que se cuenta. Donde Niles va directo al grano con diálogos que se sienten cercanos y oportunos; para nada clichés. Horror del bueno. Pero, ¿qué cuenta The October Faction?

Frederick es el jefe de una familia de cazadores de monstruos. Hace mucho tiempo que se retiró y ahora enseña sobre esos terribles seres en la universidad. Un día es visitado por un ex-compañero, quien le dice que su esposa se reunió con un enemigo común y tuvo lugar el intercambio de una llave. Mientras tanto, los hijos de Frederick y Doloris están comenzando a desear que ese tan famoso “negocio familiar” resurja. Vivian acaba de terminar la escuela y se siente encantada al descubrir que su hermano Geoff (que ve personas muertas) ha descubierto una forma de capturar monstruos. ¿Quizás papá les permita unirse al negocio familiar ahora?

Pero hay más. Mucho más. Esto se cuenta tan sólo en el número #1 de este TPB que recién publica Norma Editorial y que recopila los seis primeros números de la serie. Unos cómics que veían la luz en USA allá por 2016 y que llegaron hasta el #17. Y que pese al tiempo, es de agradecer que sean recuperados para el mercado español. Números donde podremos descubrir un poco más sobre el por qué, Frederick Allan de Gristlewood, dejó la caza de monstruos después de aquel incidente en Harlow; por qué Frederick intenta prohibir a sus hijos que sigan sus pasos; por qué el pasado lo está alcanzando tan rápidamente; todo hasta que la pequeña Deloris es atacada dejando tras de sí una pista en forma de anillo de plata…

Steve Niles es para mí el mejor guionista de cómics de Terror actualmente. Con Damien Worm colaboró recientemente en la excelente Monster and Madman (que no me explico como aún no se ha publicado aquí) y de ahí surgió un buen matrimonio que elabora grandes sensaciones y atmósferas. Una unión de la que deseo ver más. Pero por el momento me contento con saber que Norma Editorial nos continuará esta genial serie con escenas salpicadas de sangre, donde la belleza reside en la trama y en lo gótico actual y que nos presenta una historia con diversos ramales donde se vuelve curioso el contraste o la contraposición de lo que quiero decir. Pero The October Faction brilla especialmente por eso. Me encanta.

Ah perdón, por supuesto, Netflix ya tiene los derechos para una serie. Faltaría más.

Reseña: Melvin Monster, de John Stanley

En su constante publicar de joyitas de cómic de Terror, Diábolo Ediciones trae a nuestro país una joyita del pasado como es Melvin Monster. Humor y horror, esa mezcla que si está bien hecha es puro flipe por las sensaciones que deja. Como he leído por ahí: Melvin Monster es un puntazo de buena fe. El tipo de cómic que parece destinado a niños pero que disfruta, por encima de todo, el adulto. Y añado yo:  por encima de este, el fan, el friki, el amante del buen cómic clásico que algunos llevamos dentro. Saca a la luz el niño que está en nuestro interior, ese que si le ayudas y le das «comida», nunca se va. Recordad friends, que nunca debéis dejar ir la juventud, el saber difrutar de todo, es bien. Si maduras, te pudres. Eso no lo olviden nunca. Adultos que disfrutan de sus gustos sin un ápice de vergüenza o incomodidad. Melvin Monster es disfrute y al que no le guste que no mire, como decía la canción.

Volviendo al sendero reseñil, lo que es interesante para mí es cuán frenéticas y maníacas son estas historias. Especialmente, en comparación con los cómics por los que Stanley es más conocido. ¿Qué no le conocéis? Si hombre si, John Stanley (1914-1993) fue un dibujante y escritor de historietas estadounidense que llegó a ser mundialmente conocido por ser autor de La Pequeña Lulú entre 1945 y 1959. Aunque algunos viejóvenes de por aquí conocimos la serie animada en TV en los años 80. Si bien era conocido por escribir guiones, Stanley también dibujó muchas de sus historias, incluidos los primeros números de Little Lulu y su serie derivada Tubby. Su especialidad eran los relatos humorísticos, tanto con personajes licenciados como de creación propia. Fue definido por grandes críticos como «el dibujante más consistentemente divertido». El maestro C. C. Beck (co-creador de Capitán Marvel) comentó en su día: «Los únicos libros de historietas que disfruté de pequeño venían de la mano de Stanley. La pequeña Lulú y el Pato Donald».

Melvin Monster es para mí esa joyita que uno descubre de un autor famoso por otra serie. Una que parecía reservada para mí. Si bien estas viñetas clásicas son igualmente divertidas, proporcionan una sensación un poco más estructurada que lo que uno podía encontrar en La pequeña Lulú. Se gasta la misma cantidad de tiempo en la preparación que en la entrega del cebo pues aquí Stanley simplemente apila ideas una sobre otra que son maravillosas para desplegar desde ahí a otros «senderos». Refleja las mismas sensaciones que tenía de pequeño cuando leía las revistas MAD. Un cúmulo de ideas por desarrollar -café, cacao o azafrán-, las especias más preciadas en esencia. Y una tras otra. Una tras otra. Donde esplenden además las virtudes del personaje (el pequeño monstruo solo quiere ser amable, horrorizando a sus padres, y a la comunidad de monstruos en general) lo que conduce a capítulos llenos de inspiración que si en principio pueden parecer ridiculos, al poco, te ves inmiscuido en el proceso de cambio y quedas atrapado/a y maravillado/a para siempre. Os lo aseguro. Y siempre que améis el Terror en todas sus formas, por supuesto. Como cuando Melvin sin darse cuenta hace saltar por los aires a su propio colegio, para alegría de mamá. Pero el talento y el sentido de la oportunidad de Stanley hacen que todo parezca fresco y atractivo. ¿Estamos hablando del tipo de historias en la que el monstruo hace cosas malas porque lo malo es acto ejemplar para ellos, justo al contrario que para los humanos? Sí, es ese tipo de historias que tanto han promovido actualmente pelis como Hotel Transilvania. Esa es la idea. Pero aquí estamos ante la fuente de esa idea. Y es maravilloso poder tener estas viñetas, este tomo recopilatorio en mano.

Por poner alguna pega, mi única queja es la falta de información de fondo o introducción. El diseño de este volumen es encantador y aprecié mucho la decisión de darle a la reproducción un aspecto amarillento, como si estuvieras leyendo cómics antiguos originales. Pero me frustró que no proporcionaran (a mí y, sobre todo, al lector que llega de nuevas y es flojete para investigar) más información, por minúscula que fuera, sobre los orígenes de la serie. Únicamente se añadde una breve bibliografía de Stanley al final. Pero esto pasa porque Diábolo Ediciones nos tiene muy mal acostumbrados. Siempre nos mete en sus volúmenes información a cascoporro que es muy agradecida de tener, leer y conservar. Cada tomo-joyita normalmente viene repleto de información. Pero a lo que vamos. Amigos amantes del buen cómic, no os lo perdáis. Un brindis al Terror mezclado con humor.

Reseña: El Taxidermista y Otras Histerias Macabras, de SantiPérez

La recuperación de los grandes cómics españoles, y de españoles, grandes historias que gozan de ilustradores muchos mundialmente conocidos, a todo eso y más está dedicando sus labores Isla de Nabumbu. No hay que ser muy listos para ver que su editor es un enamorado de esas grandes publicaciones que Toutain Editor se marcó en nuestro país. Un lugar, una casa encantada con miles de rincones, una caja de Pandora de donde se pueden extraer grandes relatos de Terror, Fantasía y Ciencia Ficción. Insisto, con grandes autores que si somos honrados y humildes deberíamos homenajear, rememorar, casi cada día. Porque el olvido es la muerte del hombre, el olvido es la muerta certera del maestro, del ser humano que una vez fue. El olvido es el Terror de muchos y es el dolor de unos pocos. Una época en la que fuimos muy grandes una vez.

SantiPérez es de esos maestros que Isla de Nabumbu rescata del olvido. Tras Autraleón y otros tantos (y muchos más que están por venir, estoy seguro), ahora le toca el turno a un autor que sorprendió a todos por su llegada pronta al mundo del cómic de élite. El Taxidermista y otras histerias macabras no es otra cosa que una genial antología de grandes guiones e ilustraciones de SantiPérez realizadas muchas para Toutain en los 90s. Ya sabéis, aquellas revistas que fueron “crème de la crème” en USA pero sobre todo en nuestro país. Revistas joyitas que siempre alabaré como Creepy, Zona 84, Dossier Negro, Comix Internacional… No obstante, los relatos aquí recogidos solo vieron la luz en la primera y en la última. Pero además se incluyen historietas inéditas, bocetos, comentarios del autor y un portadón digno de enmarcar. Tal como dicen ciertas menciones, el talento de SantiPérez es capaz de alumbrar a muertos que regresan de la tumba, relaciones de pareja morbosas, familias disfuncionales con asesinatos de por medio, muñecos vivientes con celos patológicos… Todo ello reflejado con exquisita brillantez con un estilo clásico y moderno a la vez. Pero lo que más me gusta de todo esto es que SantiPérez sigue muy activo en el sector. Ha trabajado en IDW, Norma Editorial, con Diábolo Ediciones ha hecho «cositas»…, sigue siendo un tío de Estudio, como digo yo. Y eso siempre es una buena noticia. Que grandes autores de la extinta Toutain sigan dando caña no es otra cosa que sinónimo de calidad para el mundillo que más nos gusta. Y para la ocasión, para disfrutar con otro buen álbum que, sin duda, os recomiendo ya como compra para este Halloween; Isla de Nabumbu edita este tomo de historietas que vieron la luz entre 1990 y 1993. Casi noventa páginas en las que perderte en historias de horror con saber a clásico que la editorial ha escaneado de los originales, retocado y vuelto a rotular, además de utilizar papel de alta calidad para ello.

Migas es la historieta más corta, la primera que hizo profesionalmente el autor. Un tiro al corazón. Accidente Laboral, se hizo para un concurso de dibujo de instituto. Los profesores llamaron al autor para ver si tenía problemas en casa… Puppet (en color), consiguió el primer premio de ese concurso. Amigos hasta la muerte, es la historia más larga, con más enjundia, digna de film. El Taxidermista, es la historia con la que entró a formar parte de Toutain y se publicó en un especial de Zona 84/ TOTEM. Jack el Moroso, con trama a lo América profunda, se publicó en el número #2 de Creepy. La Mirada, en el #4. Sígame, Padre en el #11 y cuenta la historia de una mujer que recurre al cura de su pueblo para que vaya a ver a su marido que lo tiene encadenado en el sótano… Accidente Doméstico, es una historia que os pondrá los pelos de punta a los que tengáis hijos pequeños. Merrie Melodies (en color también), os mostrará los peligros de estar enganchado a la TV. Y Valle Paraíso es una trama en dos partes, que os va a dejar con ganas de más. De saber más. Aunque temerosos de lo que pueda ocurrir. Recordaros también que el editor Javier Alcázar aporta un artículo al principio del volumen, en el que nos pone al día del autor y su obra.

Y ahora, tal como menciona el propio autor en un apartado que me encanta que se aporte en la antologías (allí donde se menciona de dónde procede o parte la idea de tal y cual relato), este álbum podría haberse titulado Historias para concursos… Pero la cuestión no es esa. Es si estamos ante un volumen recomendable o no. Y, sinceramente, creo que tanta obviedad puede llegar a molestar.