Entiendo que haya gente reacia a leer series históricas. Pero a mí me ponen. Fue en un momento quizás tardío de mi vida estudiantil que empecé a cogerle gusto al tema histórico tanto del clásico como el actual. Incluso empezó a gustarme muy mucho la asignatura Historia del Arte (¡Ay, si me viera ahora Don Eusebio!) Creo que debo ser un poco masoquista (o curioso) y eso me ha llevado a leer grandes historias dentro de novelas del género aunque muy a destacar lo que he ido encontrando en cómic europeo. Donde hay que hacer mención si o si a la serie Les Reines de Sang (Las Reinas de Sangre) de la editorial Delcourt que en nuestro país está publicando Yermo Ediciones, en especial, ahora que acaba de colocar calentita-calentita en librerías Las Tres Julias.
En cualquier caso, es fácil orientarse en cualquier cómic que trate la época clásica, antigua y romana. El libertinaje, la belicosidad y el politiqueo…, a poco que te atraiga uno de estos temas, estás perdido. Diría que te molará muy mucho casi cualquier argumento siempre que sea tratado con coherencia y atractivo como algunos autores de la BD saben hacer. Y ese es el caso del guión de Luca Blengino que junto al dibujo de Antonio Sarchione crean una obra de arte en estos tres álbumes que componen Las Tres Julias y del que ahora disponemos en formato integral. Un volumen con el que somos catapultados a la parte de Oriente Medio del Imperio Romano en el año 217 d.C. donde el emperador romano Caracalla acaba de morir luchando contra los persas, y su madre tras esta tragedia pone fin a su vida, firmando así el fin de la línea de Bassianus en el trono de Roma. Pero su hermana no tiene intención de quedarse fuera. Desde Siria conspira para recuperar el trono e instalar a su propio hijo al frente del poderoso Imperio Romano.
Admito que todo esto, aunque empieza muy interesante, va de menos a más en cuanto a atractivo temático. En cuanto empiezas a percatarte de la fuerza de voluntad y la firmeza de esta mujer, quedas enganchado a ella cada vez que entra en escena. Nada parece poder resistírsele para lograr su fin. Hay que decir que su inteligencia teñida de cierta perfidia y un agudo sentido estratégico le permitirán trazar una calzada romana muy cruenta (pero llana) a la hora de mantener su integridad física al margen de la refriega. Lo que se llama actuar en la sombra. La famosa intuición y poderío de las féminas.
Después de un primer volumen que nos prepara escenario y trama base, en el segundo descubrimos los dolores de cabeza de nuestro nuevo soberano romano Heliogábalo, el cual, después de haber derrotado al ejército de Macrín, el usurpador en la batalla de Antioquía, la nueva familia real cruza media Europa para llegar a Roma e imponer su nueva religión importada de Siria. Y si es su abuela quien mueve los hilos del poder, Heliogábalo muy pronto demostrará ser el soberano de todos los excesos: tiránico, lascivo y místico; he aquí un cóctel explosivo que sumergirá a Roma en una de sus más locas épocas… Donde obviamente, estas escapadas no son del gusto de todos y múltiples intrigas florecerán alrededor de los protagonistas, donde cada uno juega personalmente para asegurar sus intereses. Un segundo álbum soberbio. Con algunas sorpresas guardadas que a más de uno dejará con el culo torcido.
La lectura del tercer volumen cierra la miniserie y no hace más que confirmar la imagen que siempre nos han enviado sobre lo que fue el Imperio Romano: grandeza y decadencia. El Imperio Romano es la ilustración perfecta de ello por eso en este cierre Heliogábalo se ha convertido en emperador y Roma se hunde en el estupor y la lujuria. Incluso su abuela, que maniobró para que el trono volviera a caer en manos de la familia, sabe muy bien que su ilustrado nieto tiene los días contados. Por tanto, es hacia su otra hija hacia la que se inclina para que su hijo, más «presentable» y al menos bien visto por el ejército, le suceda…
Las Tres Julias tiene un sprint final digno de las mayores tragedias griegas donde los cálculos, las traiciones y los asesinatos saldrán bien…, o mal. Depende de los ojos con que se miren. El sino del ser humano, ¿no?
Muy chulo.