Decidí ponerme con una obra maestra. Ultra-recomendada por decenas de personas a las que sigo, decenas de personas que leen mucho y decenas de personas que escriben…, así que, ¿qué podría salir mal? Pues nada. NADA. No esperéis sarcasmo porque El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, no es una novela sola, es un poema largo y magnífico con un personaje que esplenderá en tu corazón. Eso es lo que sentí porque Giovanni será y estará para siempre dentro de mí. Ya es universal. Él soy yo aquí; él eres tú (y cualquiera que lo quiera. Um, que me voy…). Un personaje que encarna nuestros deseos, arrepentimientos, vagabundeos y una vida que podría ser nuestra mientras disfrutamos perversamente del placer de desperdiciarla. Por un amplio rango (para eso, las ideas nunca faltan), este tiempo precioso, que se desmorona y se escapa como la arena de nuestra playa de vacaciones, se desliza entre nuestros dedos despreocupados y, sin embargo, una desventaja para mí es que ya he pasado mucho tiempo en este planeta sin haberlo aprovechado. Dice:
La vida no es esperar a que pasen las tormentas,
es aprender a bailar bajo la lluvia.
En El desierto de los tártaros, Giovanni Drogo espera, en la fortaleza fronteriza, un ataque de la tribu salvaje del norte, una invasión de los «tártaros», una batalla increíble, digna de los anales de la historia, una batalla que quedará en la memoria de la humanidad. Pero el ataque se retrasa, los tártaros no llegan, todo es sólo una idea de los de la fortaleza (idea que Drogo también va aceptando poco a poco), una «oscura premonición de acontecimientos fatales», destinada a justificarlos, a darles una razón para vivir o una especie de salvación profana. La espera vacía nunca da un sentido positivo a la vida, ni siquiera la espera de la muerte o del Torneo de Doha. Al igual que John Marcher, el protagonista de La bestia en la jungla, de Henry James, Drogo desperdicia su vida esperando… No obstante, decide amar a alguien.
Llegas con un personaje maravilloso a un apoteósico final.
La última batalla de Giovanni Drogo.
Desafortunadamente, no puedes salir victorioso de ello.
Nadie sale.
En definitiva, debo admitir que, aunque no necesariamente quiero abordar constantemente un tema tan pesado como la Muerte, ha sido otra cosa abordarlo con Dino Buzatti. Porque ahí lo tienen: la indiferencia está bien escrita, dominada e impresiona. Disfruté demasiado leyéndola. Esta novela es una obra maestra. Este es el mejor libro escrito sobre «la espera». Y he leído y venía enamorado de otras maravillas como Esperando a Godot, de Samuel Beckett, Esperando a los bárbaros, de J. M. Coetzee o el libro antes mencionado del siempre genial Henry James. Pero sólo este libro duele de lo bueno que es. Insisto. Acabo de leer y reseñar una obra maestra.