El libro que recomendamos en el Día del Libro de este año de renacimiento que es 2022, es Los Asesinatos Silenciosos, de A. G. MacDonell. Otra de las joyitas de misterio o novela detectivesca, de las que va publicando Editorial Siruela casi cada mes en su imperdible colección Biblioteca de Clásicos Policiacos. Y es que aaaahhhh… nada como una buena historia de asesinatos de los de antaño, de esos con una proporción considerable de esceptisismo moderno o de poca consideración, pero de los que agregan varias víctimas a una narrativa tambaleante que hace que tu cerebro (muy listillo él como siempre) se pierda en un mar de dudas y pase por alto la ficción detectivesca que se propone. Ahora agarraos bien. Los Asesinatos Silenciosos (The Silent Murders) es una novela de nada más y nada menos que 1929. Es decir, ya la pudieron haber disfrutado nuestros abuelos en su niñez si hubiesen querido. Esto para gente que supere la cuarentena ahora, por supuesto, pero a lo que voy es, que estamos ante una historia que aunque obviamente se observan los puntos canosos de la trama, sí que vale la pena disfrutar por cómo, dónde y con quién se propone todo. En especial, por “dónde camina”. Y no os quepa duda que al terminar la lectura de Los Asesinatos Silenciosos vais a querer/buscar/comprar más obras de A. G. MacDonell.
En Los Asesinatos Silenciosos tenemos suficiente balística para establecer que una serie de tiroteos se perpetraron todos con la misma arma. También suficiente sentido del patrón para detectar que incluso el apuñalamiento ocasional debe vincularse ya que todas las víctimas han colocado en sus cadáveres una tarjeta con números secuenciales escritos entre ellos. Sí friends, de película y ya en el primer capítulo nos presenta a las víctimas Tres y Cuatro —un vagabundo y un capitán— y así el público que estudia historias de detectives y está acostumbrado a la repentina y violenta muerte de millonarios comienza a reincorporarse en su sofá de lectura. Pues son dos víctimas que nada tienen que ver entre ellos por lo que algo raro está pasando. Pero cuando se comete un error en el asesinato de la víctima Cinco, el hermano inocente de un canalla ampliamente conocido, hace que tenga que ser requerida la ayuda de Scotland Yard y en imagen los personajes del Inspector Dewar (sin nombre de pila) y el súper intendente Bone. Es decir, el joven, vigoroso y riguroso Dewar y el sabio, en gran parte sedentario, Bone que ambos forman una pareja maravillosa. Dos personajes que realmente ayudan a elevar esta novela por encima del status de sólo recomendable.
Y si bien la insensibilidad del autor se muestra en el incómodo cambio de tono en ciertas escenas que no esperas, escenas divertidas que muestran momentos genuinos; las resoluciones son demasiado aguzadas en ciertos momentos. A esto me refería con “canosa” en el primer párrafo. Dewar está a punto de enfrentarse a un asesino que habitualmente porta armas de fuego y no tiene escrúpulos en usarla. Es todo lo que lleva a ello lo que engancha en la trama y frases del tipo: “Ninguno de los dos iba armado, pero entraron al estudio como si fueran a una fiesta de té”. Frases de las que ama y alaba en Mientras Escribo el maestro Stephen King. Y eso que, por supuesto, normalmente nunca asesino y perseguidor se encontrarán. Pero cuando pasa… ay, cuando pasa.
Lo decía antes. En cuanto a la trama, ha pasado de moda de alguna forma o a día de hoy os puede parecer manida o redundante. Pero amigos (sobre todo, escritores) aquí hay una frescura en los personajes que es maravillosamente atemporal. Witness Bone reprende amablemente a Dewar cuando toca. Bone es una creación encantadora: imparcial tanto en elogios como en críticas, y siempre disponible para poner cuidadosamente a cualquiera en su lugar, lo necesite o no. Y aparentemente sujeto solo a los caprichos de su propia diversión: «Era un gran lector de libros, señor». «Bueno, tú también, así que eso no cuenta mucho, ¿no?». Y Dewar es algo así como un pez anodino, totalmente comprometido con el trabajo, sin vida hogareña, sin vida interna de la que hablar. Pero un personaje intrépido cuando toca. Pero hay más. Wilkinson, el mayordomo que ha leído demasiadas historias en serie sobre mayordomos impasibles y que da gusto «escucharlo».
Y una investigación muy bien realizada. MacDonell hace bien en resaltar al lector la importancia de estar al tanto de todos los aspectos del caso en todo momento como si de un protagonista más se tratara. Y es en gran parte debido a la admiración mutua entre Dewar y Bone que esta novela de detectives se basa en gran medida en el trabajo policial metódico por lo que nunca pierdes interés ni sufres monotonía «procedimental», que es un tema muy común en este género.
Súper recomendable a tope.