No sé si somos muchos o pocos los que podemos decir en estos momentos que nos hemos pasado por completo el juego de mesa Cthulhu Death May Die. Sí, las dos temporadas más el escenario extra del kickstarter que traía la figura del Gran Cthulhu gigante. Todo-todito-todo. Amor eterno por este juego que nos ha dado momentos gloriosos a un grupito de personas que nos conocimos durante el confinamiento, quedábamos cada sábado para jugar un escenario nuevo, grupo que nos conjuntábamos bastante bien pese a no conocernos en persona y vivir cada uno en una parte del país. Y pese a jugarlo todo a través de una plataforma online, no dudé un momento en comprarme todo-todito-todo de este juego en físico. Ahí lo tengo precintado para poder disfrutarlo con mis hijos cuando llegue el momento… ¿Por qué? Porque cada partida es lo más parecido a una peli de acción-terror que se puede vivir. Por eso me encantó ver que Yermo Ediciones rescataba para su publicación en español este cómic basado en el juego. Y lo más importante, de la mano de tres autores bastante conocidos dentro del cómic europeo como son los guionistas Luca Enoch y Stefano Vietti, y el diseñador Riccardo Crosa y el colorista Paolo Francescutto. El famoso equipo de Dragonero.
Nos encontramos así desde la primera página con una historia de acción al más puro estilo del juego. «In media res», nos topamos con una pesada capa de horror cerniéndose sobre el condado de Miskanotic: criaturas aterradoras acechan-brotan desde el bosque y el orfanato Last Hope está sitiado cuando llega la noche. La gerente, la señorita Peable, no tiene tiempo de advertir a Tom, el lechero, antes de que miles de tentáculos le atraviesen a él y a su camioneta. Los niños escuchan lo que la señorita Peable le dice en susurros a su amiga Annabelle para intentar averiguar qué está pasando. Inquietantes palabras en la noche. El caso es que Miss Peable es muy consciente de la amenaza aunque no sabe cuál es el motivo del asedio. Aunque todo huele a ritual o maldición. La pequeña Lysa, que guarda al misterioso ser Malacoda en una linterna (un cráneo de cabra que le habla), toma el diario de la señorita Peable y huye del orfanato en plena noche para llegar a Agawam House; el hotel donde espera encontrar a Annabelle y el innombrable libro. Jack Muñoz la lleva en su camioneta. En Agawam House les esperan toda una serie de personajes icónicos (a elegir en el juego) que van a darles a las criaturas una buena tunda a poco que tengan oportunidad. Aunque el misterio a desentrañar, el ritual por impedir, aún está por descubrir…
Cthulhu Death May Die: En las fronteras de la locura consigue su objetivo. Ser un fiel reflejo de lo que es una partida en el juego de mesa. Lo único malo es que aquí sólo disfrutas viéndo lo que le ocurren a otros, como en todo cómic. Pero aun asi no deja de ser interesante del mismo modo que es el estar como espectador durante una partida. La trama, muy lineal, probablemente sufre un poco la transposición del juego de mesa, presentando una secuencia de dinámicas similares; lugar a alcanzar, dificultad, nuevo personaje que ayuda a superar el obstáculo y se une al grupo… Sin embargo, la historia fluye. Los personajes son interesantes, la ambientación lúgubre y las criaturas relacionadas con la obra de Lovecraft están bien representadas con viñetas y colores ideales para la ocasión. Representado muy bien la esencia del juego como es que las amenazas de la secta o ritual que se pretende impedir, son sombras que siempre están al acecho.
Momento estelar cuando sale Rasputín, personaje que todo el mundo quiere llevar en el juego una vez conoces sus habilidades. ¿Para los amantes del juego de mesa? Indispensable. ¿Para amantes del género de Terror + Lovecraft? Diría que también.
Bien por Yermo Ediciones publicando chuladas así.