Celestia es la utopía que propone Manuele Fior. Una isla en una laguna que sirve de refugio ante una misteriosa invasión (¿Guerra?). El escenario ya desde el principio es atractivo, a la vez que precioso, te lleva de todas-todas a pensar en la Venecia de agua omnipresente, los escasos habitantes moviéndose en barco… Algunos usan máscaras como en el carnaval. Me encantó que el personaje principal usara maquillaje con una gran lágrima de Pierrot bajo del ojo derecho… ¡Y con su nombre!
Salamandra Graphic es el sello de Penguin Libros que publica novelas gráficas en nuestro país. Se puede decir (y no pasa ná) que es la mejor editorial que se dedica a este formato propiamente dicho. Por eso siempre tengo un ojo puesto en sus publicaciones. Y más cuando mi sistema de alarma me avisó que publicarían Celestia, de Manuele Fior, una de las utopías más aclamadas de los últimos tiempos dentro del cómic europeo. Tal como cuenta la editorial: el esperado regreso del autor después de siete años.
Manuele Fior regresa con una fábula sobre la capacidad de los más jóvenes para solucionar los problemas del viejo mundo. Un mundo alternativo, diferente y al mismo tiempo, similar al nuestro. Casi trescientas páginas para una historia que se devora en nada. En Celestia claramente estamos ante uno de los registros usados de la CF dónde se nos habla de una ciudad poblada, aislada, parecida a la nuestra pero con alguna diferencia. Aquí, por ejemplo, sus habitantes gozan de poderes telepáticos. Las relaciones entre los personajes, el pasado que les atormenta, sus sueños; de todo esto y más sabremos. Celestia debéis tomároslo ante todo como un escenario bello, con una portada que con poco, dice mucho. Celestia es también un cuento futurista, tan paralelo a La Terre des Fils (La Tierra de los Hijos), de GIPI, que diría que aporta bastante haber leído uno antes que el otro o viceversa. De hecho, también encontramos ingredientes de La Naranja Mecánica, de Anthony Burguess, con esa banda de malutos que se cruza en el camino de los protagonistas Pierrot y Dora. Personas que dan lugar a escenas de gran violencia, poesía y contemplación. Dora pertenece a un grupo de telépatas cuyas actividades son organizadas por el padre de Pierrot. Sin embargo, ambos están fuera del banquillo. Pierrot intentando entrar y Dora queriendo salir de él. Los acontecimientos los llevan a quererse marchar de esta ciudad acuática. Es entonces cuando nos enteramos que esta ciudad estuvo anteriormente conectada al continente pero que tras una invasión de la que no se sabe nada, el puente que unía dichas tierras, fue destruido. Por lo tanto, escapar del padre, escapar de estos amiguitos invasores, se convertirá en todo un desafío. Llegar al mundo más allá del puente en una góndola…, a otro mundo de extraños que viven en autarquía o incluso volver a la infancia como para algunos, todo esto y más supondrá hacer dicho viaje.
La peregrinación de Pierrot y Dora se convierte así en una historia que nunca olvidaré. Un viaje misterioso y contemplativo, pero inspirador para los que nos gusta escribir y no podemos salir de esa droga de evasión. Manuele Fior aporta además un recurso en Celestia que me encanta en las historias de CF y Terror: deja un final libre a interpretaciones. Con la trama, el autor se cuestiona y a la vez nos pregunta sobre esta sociedad del futuro. ¿Deberíamos permanecer aislados del mundo para preservar nuestra seguridad? ¿Por qué tener miedo a salir, correr riesgos y afrontar lo desconocido? La vida es AHORA.
El diseño de Celestia se reafirma en sus colores de atmósfera soberbios, como dicen que suelen ser las obras de este autor. No hay burbujas de discurso superfluas aquí (bocadillos), las imágenes, a menudo, hablan por sí mismas. Si te gustan las historias ambiciosas, esas tramas de futuro incierto, yo me dejaría embarcar en esta nueva novela gráfica que propone el italiano y que se acaba de publicar en nuestro país. Pero en cambio, si eres súper fan del cómic franco-belga, del más clásico, iría con cuidado. El dibujo de Celestia es tan diferente que puede impactar. Acuarelas que admito no son para todo el mundo.