Cómic de Terror, ladies & gentleman, vamos con más de lo bueno. El pasado mes Norma Editorial publicó Infiel (Infidel), una de esas historias hechas para los que le encantan pasar miedo, o al menos (según tú y tu irracionalidad), lo intentan. Además, es un titulo que vale para corroborar un tema que suelo hablar con lectores constantes, esos mismos que se quejan tanto como yo de que se publica poquísimo Terror literario en nuestro país. Insisto en mi teoría y la expongo ya como una máxima:
El mejor Terror escrito
nos está llegando en formato cómic.
Una prueba fehaciente de ello es Infiel, el cómic de Pornsak Pichetshote, Aaron Campbell y nuestro paisano muy norteamericano José Villarrubia; otro trabajo donde lo borda, por cierto. Dicen que la diversidad es la sal de la vida, y yo alego que sin terror o miedo no estaríamos aquí hoy en día tan poderosos como nos sentimos. A lo largo de mis años como lector y entusiasta de novelas gráficas y libros de literatura fantástica que tratan los tres grandes géneros en el que me desvivo por leer buenas historias de Terror, me he topado con cantidad de argumentos que se limitan a adaptar clásicos o derivan de guiones fílmicos que sí fueron originales. Novelas gráficas escritas por hombres y mujeres, ideas gráficas elaboradas por afroamericanos, caucásicos, hispanos, chinos, indios, etc. Miedos que parten del interior de nosotros, los seres humanos. Dentro de este enjambre hay una parte de la colmena donde se ubican los que dan vida a algo en lo que no habíamos pensado. Algo original. Esa es mi eterna búsqueda del Santo Grial. Por eso no descanso hasta ponerme con un titulo que lo proponga, al que yo al abrir la primera página le diga: «Por favor, asústeme, me encanta pasar miedo. ¡Métete en mi cabeza!». Haz que me pregunte sobre la procedencia de ciertos ruidos en la noche o porqué en el lugar donde trabajo, oigo pasos en un pasillo en el que no hay nadie.
Una mezcla de todos estos conceptos se juntaron al leer Infiel, de Pornsak Pichetshote (un autor y director de cine tailandés-estadounidense), que con su guión provoca que te preguntes por qué la gente piensa que mudarse a una casa antigua es una idea espléndida. Un tema que engloba a todo ser humano, por el que tiene que pasar, da igual raza, género o religión. Pues en el Terror (para el dolor de Drácula), todos estamos en el ajo. El miedo no hace distinción.
Infiel es la historia de Aisha, una mujer musulmana-paquistaní-estadounidense, que vive en Nueva York con su prometido, Tom, un simpático hombre católico caucásico y su hija de un matrimonio anterior. Las cosas se vuelven económicamente difíciles para la pequeña familia (¿el desencadenante?), por lo que se mudan a un apartamento con la devota madre católica de Tom. Los choques culturales y de edad son inevitables, pero lo cierto es que Aisha se esfuerza mucho por suavizar las cosas y encontrar puntos en común en el nuevo hogar que ahora es su casa. Los escalofríos llegan cuando Aisha descubre que el complejo de apartamentos donde ahora vive fue una vez el punto focal de una masacre estilo Amityville. Un lugar “infiel” lleno de poltergeists, tensión racial, fantasmas, malentendidos religiosos, posesión demoníaca, xenofobia, una puerta al Infierno, en toda regla. Entonces, ¿qué podría salir mal?
Uno se identifica fácilmente con las experiencias de Aisha. Yo que a mi edad he trabajado en cantidad de sitios desolados a los que no quiere ir nadie -y mucho menos pasar la noche-, todo suma si los demonios aterradores que sobrevuelan nuestra mente, se hacen contigo. Historias gráficas así pueden ser todo desafío al ser leidas en sitios así. ¿Masoquismo? ¿La locura a un paso? «¿Por qué pasarlo mal?», dicen los que no quieren ir al cine a ver una peli de Terror cuando, en realidad, su pulso acelerado dice que lo pasaron bien, pasándolo mal. Que amo el Terror y punto, friends. En todas sus formas de expresión. Para mí, confirmar que hay alguien al otro lado, no es otra cosa que evidenciar que nuestra existencia se alarga de alguna forma. Para bien o para mal.
La lectura de Infiel provocó que me levantara más de una vez de la silla.