Reseña: Le llamábamos Bebeto

Un truco sencillo para mantenerme fuera de un cómics son los detalles visuales. ¿Por ejemplo? alguien que dibuje las orejas sin asperezas, sin cavidad… sin nada. Lo sé, es estúpido, pero por cosas así ya casi que no me concentro y me perturba la lectura tanto que no paro de fijarme siempre en lo mismo. Y entonces, el escenario realmente tiene que atraparme para que pase por alto esos ínfimos detalles. Pero Le llamábamos Bebeto me hizo olvidar ese toc, ese tema. U

Un guion terriblemente enternecedor.

Este nuevo cómic de Javi Rey publicado por Norma Editorial nos lleva a una población a las afueras de Barcelona. El personaje central llega a esa edad en la que uno ya no es realmente un niño pero tampoco es un adolescente del todo. Los partidos de fútbol aún no han sido suplantados por el atractivo de las jóvenes chicas y la amistad entre niños sigue siendo indestructible. Y luego están los matones, los niños sin miramientos por el prójimo a no ser que seas de la pandilla. Sin embargo, Carlos tiene una grieta en su interior. Un dolor que lucha por sanar y este pasaje es aún más delicado. Una familia, una madre difícil que…

No obstante, su encuentro con Bebeto, cuyo apodo evoca la aparente «sencillez» de este extraño adolescente mucho más que el nombre del famoso futbolista brasileño de aquellos años, le abrirá las puertas a la madurez y a la aceptación.

Le llamábamos Bebeto es una historia que se lee en un suspiro. Es buena, maravillosa, de esos cómics que te hacen amar el acto de leer noveno arte. Está claro que logró conmoverme. Me conmovió mucho el recorrido de Carlos, cómo va dejando atrás poco a poco su visión infantil y va ganando madurez obligada. Al acercarse a los demás, se encuentra a sí mismo y logra enfrentar a sus demonios. Incluso me gustó el hecho de que no todo vaya bien. La vida antes en nuestra infancia era dura si la revisas ahora con ojos de adulto. Pero tampoco todo era tan negro.

El autor nos ofrece un bello trozo de vida, lleno de una amarga nostalgia, que a veces me hace sentir incómodo porque suena tan real, porque realmente… yo también viví aquellos años de libertades, de partidos de fútbol en la calle cuando nada importaba más que sudar, correr y que salieran nuevos dribblings. Donde los días eran disfrute puro tras salir del colegio y, por supuesto, las chicas, el amor no importaba, porque lo importaba era jugar, jugar y jugar.

En cuanto al dibujo, si no fuera por las orejas, me habría conquistado de todas-todas, jajaj… Nada, el dibujo es bueno, la línea es fácil de seguir, el colorido aporta luz de acuerdo con el contexto. Está bien.

Le llamábamos Bebeto es una historia bella, a veces divertida, a menudo triste… es la vida que pasa y no vuelve. Un guion que logró crear en mí un sentimiento de amarga nostalgia por algo que fue, que viví y ya no volverá. Y ni siquiera puedo vivir ya eso a través de mis hijos porque treinta y tantos años después ya todo eso se fuera y ahora es otra historia muy diferente.

Duelo y nostalgia de la infancia.

J. J. Castillo nació una fría mañana de invierno en la que el murmullo del viento hizo temer al más valeroso. Enamorado de esa sensación, dedica su tiempo a escribir y leer historias que increpen el alma. En el ámbito de las letras ha ganado premios y ha colaborado con cantidad de editoriales especializadas en los tres grandes géneros.