La súper recomendación que se hacía sobre este cómic era no leer nada, nada de nada, de sobre qué iba su argumento. Eso decían cuando se publicó en USA la primera grapa de Los Sacrificadores. La sinopsis aportada, diseñada para conseguir pedidos anticipados y compras ligeras, ofrecía un discurso de presentación del comienzo de una nueva aventura de pura fantasía, pero al hacerlo revelaba demasiado. La nueva Fantasy que nos estamos encontrando en algunos cómics, en algunos de grandes autores, es un género que busca expandirse, y normalmente contiene una amplia gama de nuevos escenarios grandiosos, nuevas sociedades creadas desde cero a partir de recursos mágicos y cantidad de razas ficticias. Y siglos de historia, siglos de ambición para la ampliación de esos mundos. Y eso concretamente es lo que vamos a encontrar en esta nueva serie del gran Rick Remender que acaba de publicar Norma Editorial en nuestro país. Una aventura con escalas que requiere tiempo para explorarse pero que se disfruta de todas-todas si entras ella. Porque Los Sacrificadores tiene dos protagonistas adolescentes muy diferentes que definen dos aspectos desiguales de un nuevo lugar fantástico. El primero es un joven sin nombre (o más bien, un humanoide de plumas azules) al que se hace referencia simplemente como «el niño» o «el hijo». El sacrificador titular, que se menciona pero no se explica, proviene de una clase rural de personas que viven en una granja idílica, excepto por el niño que se mantiene y se abandona en el granero…
La segunda es Soluna. La hija de figuras divinas que parecen encarnar el sol y la luna, la misma que finalmente llega a la edad adulta y siente curiosidad por aprender más sobre el mundo que los rodea. La vida en un mundo perfecto que siempre tiene un precio. Porque los dioses exigen el sacrificio de un hijo por familia, pero la cuestión es: ¿En qué consiste ese sacrificio? ¿A qué lugar llevan a los sacrificadores? Puede que el sacrificio sea la simple separación de seres queridos, o quizá la vida misma, solo una larga travesía y el encuentro con los beneficiarios del sacrificio podrán desvelar el misterio para los sacrificadores.
Aunque Los Sacrificadores deja claro que la narrativa se centra en estos deuteragonistas, esboza muy pronto la naturaleza descomprimida en cada secuencia a la que nos vamos a enfrentar. Soluna es rebelde e inteligente; el niño es gentil y decidido, sin embargo, hay suficiente para que los lectores simpaticen con ambos. Aunque el ritmo intencionado retiene mucha información al principio, promete dar sus frutos, ya que establece una base sólida para que se desarrollen las historias de estos personajes y los misterios de su mundo. Y aunque nunca se nombra al niño, el abundante espacio que se brinda a los lectores para observar las oraciones familiares, los encuentros típicos a la hora de la cena y la terrible disonancia cognitiva que exhibe su padre, pintan una imagen clara de dónde viene.
Además, Max Fiumara llena cada viñeta de detalles que animan al lector a detenerse y asimilar la trama a la que está sometido. A lo que suma los resplandecientes dorados y rojos de la coloración de Dave McCaig que evocan la naturaleza mágica y divina de estas entidades y las vinculan con un sentido de clase, ya que contrastan con el hogar rural del niño.
Pura Fantasía bien llevada al cómic.