Reseña: Loira, de Étienne Davodeau

Cuando Louis recibe una invitación de Agathe, se conmueve un poco. Le intriga. Hace mucho tiempo de aquello y aunque nunca volvió a saber de ella, nunca la olvidó. Louis tiene recuerdos deslumbrantes de los pocos años que pasó con ella a orillas del Loira por eso no puede resistirse a la idea de tomarse unos días para volver a la luz del río y la sombra de aquella mujer. Pero decide ir hacia el lugar de encuentro que Agathe le indicó por correo electrónico…

Es por la tarde. Hace calor. Louis camina con gusto por el río y en una playa decide refrescarse antes de llegar. Se desnuda y entra al agua. Error. Pierde el equilibrio y comienza a desviarse. No entra en pánico y se deja flotar sin luchar. A pesar del peligro, se siente bien. El problema es que empieza a oscurecer y la corriente deposita a Louis en la otra orilla. Allí está desnudo, teniendo que caminar unos kilómetros para llegar al puente y volver al otro lado. Espera la noche oscura y comienza este largo paseo que al final resulta bastante divertido, y que luego describirá como mágico. Pero llega el amanecer. Y Agathe obviamente no está. Su casa parece vacía. En ese momento no sabe nada de lo que vendrá después. No sabe nada de la sorpresa que Agathe tiene reservada para las personas que la amaban…

Ediciones La Cúpula sabe del poder narrativo y comiquero que tiene Étienne Davodeau. Loira es el tercer título que publican en nuestro país, otra de las publicaciones por las que los amantes del buen cómic europeo damos las gracias porque con Loira, una vez más, Davodeau consigue conmoverme.
Loira es una continuación de Lulú, mujer desnuda (https://www.lacupula.com/catalogo/lulu-mujer-desnuda-integral/) y Les couloirs vins. Una ficción con mucho realismo donde los personajes se revelan lentamente, tanto a sí mismos como al lector. Y si Lulú, mujer desnuda nos habló de la crisis de la mediana edad, Loira es una oportunidad para que el autor se detenga en el paso del tiempo, piense en la muerte que se acerca inexorablemente, sobre la huella que dejamos y la que nos hubiera gustado dejar. ¿Y qué podría ser más simbólico que un río para hablarnos del paso del tiempo? Frente a él, nos convertimos en viajeros inmóviles, observadores de la vida en su interior, de vidas cortas; un lugar como el nuestro en el que suceden una y otra vez las estaciones que nos pasan por encima como el viento.

Tenemos un álbum que ofrece muchas escenas contemplativas de las que emerge una forma de apaciguamiento, de serenidad ante este flujo inevitable. Al mismo tiempo, Étienne Davodeau compartirá con nosotros el encuentro de los antiguos compañeros de Agathe, centrándose más particularmente en Louis, el mismo que desde el inicio de la historia se deja llevar por la corriente. Louis, que realmente no sabe lo que está haciendo allí pero tampoco quiere estar en ningún otro lugar. Louis que piensa en el paso del tiempo, que quiere ser padre e incluso abuelo. Louis, que se verá ante el final de su vida casi en un suspiro como tarde o temprano nos sucederá a todos.

Una vez más, los personajes interpretados por Étienne Davodeau me hablaron. Una vez más el simbolismo que utiliza me pareció acertado. Una vez más me ha conmovido.