Nos trasladamos a la mansión privada de Hugo Reuhman, reconocido historiador y egiptólogo. Durante esta velada que reúne a gente guapa, pija y bien acaudalada, su amigo Théo Lemoine presencia un robo en el que se roban copias de cartas de un tal Drovetti. El ex-soldado de los Bonaparte que se convirtió en embajador de Francia en El Cairo y que revendió parte de su colección (proveniente del saqueo) al Louvre en 1850. Sin embargo, según la lista de objetos, el sarcófago que contiene los restos del sumo sacerdote Moloch no aparecen, y tampoco su poseedor. Y se rumorea que quizás se descubrió por fin el secreto de la inmortalidad. Pero, ¿cuál es el vínculo entre estos dos casos?
El guionista Rodolphe junto a Oriol crean un relato magnífico que tiene de todo; persecuciones, misterios, pasadizos secretos, personajes fascinantes y criaturas fantásticas. El oro del tiempo puede ser ahora mismo una de las novedades de cómic europeo más satisfactorias que el fan puede adquirir. Menuda sorpresa. Un dúo de amigos que se embarcará en peligrosas investigaciones y rápidamente comprenderá que hay otras personas persiguiendo el tan famoso objeto (artefacto). Y donde Oriol regresa con un maravilloso folletín a modo de aventura pulpera ambientado en la París de la Belle Époque.
Rodolphe sitúa su nueva historia en la capital francesa porque corresponde, según él, a “la edad de oro del ocultismo y del esoterismo”. Es también un escenario propicio a “costumbres ancestrales, enigmas y seducciones” (en los campos de la moda, la arquitectura, la decoración, etc.). Enriquecida con toda una sección de literatura popular gracias a una multitud de referencias literarias y cinematográficas (Belphégor, Rouletabille, Tintin, Adèle Blanc Sec, etc.), la trama resulta rica, intrigante y realmente agradable de leer. Desde los barrios de Montmartre hasta el resplandeciente Moulin Rouge -sí, el famoso cabaret al que acudían los ricos para divertirse-, desde los círculos espiritistas de moda hasta las lúgubres galerías del museo por la noche, personajes históricos y de ficción se codean en este thriller que coquetea tanto con lo místico.
Oriol (La piel del oso, Naturalezas muertas) restaura notablemente el París de los locos años 20. Dibuja pocas líneas, apoyándose en gran medida en su color particular en tonos nítidos y poderosos para dar formas y contornos. El reconocimiento de los personajes resulta un poco confuso al principio, hay que admitirlo, porque las expresiones faciales a menudo carecen de rasgos, pero esta persecución parisina que el diseñador supo plasmar en imágenes y en atmósferas a la vez elegantes no carecen de un encanto innegable: la atmósfera está cargada de misterio.
Ante la deliciosa narración que propone El oro del tiempo, su ritmo vivo y los gráficos explosivos que ofrece, en este generoso volumen que recién publica Norma Editorial, el lector no puede más que impacientarse por leer página tras página. Por lo que sólo diré algo más. Terminan saliendo autómatas y sonámbulos…