Uno de los poquísimos autores de “no ficción” que sigo e intento leer todo lo que publica, ese es Haruki Murakami. Por lo que representa, por lo que me evocan sus lecturas, por las sensaciones. Estamos recién entraditos en la primavera de 2024 y esta nueva novela que solo se había publicado en japonés hasta la llegada de la pandemia, llega por fin a la tierra de conejos. Y este que tal anda da las gracias a Tusquets Editores por publicar todo cuanto puede del maestro nipón. Y en cuanto a la reseña, escribo esto para darles a los fans de Murakami un pequeño adelanto de lo que pueden esperar. Porque el formato original de La ciudad y sus muros inciertos se publicó en una revista como novela corta allá por 1980, pero ahora, que el maestro navega en el mar de la fama, decide rescatarla y después de cuarenta y picos años ya la tenemos en librerías.
Una novela en la que los personajes, en el mundo real o en la ciudad amurallada, parecen muy aislados y solos. Lo cual puede explicarse por las circunstancias en las que se escribió este libro (la pandemia). Estamos ante una historia muy tranquila. No pasa mucho y, sin embargo, suceden muchas cosas. Todo muy tranquilamente. Las escenas son extremadamente vívidas y visuales, llenas de símbolos, es más, diría que el que sea fan de atrapar de vez en cuando un lápiz y ponerse a dibujar, tendrá el impulso de hacerlo porque Murakami aporta con sus palabras una extraña y fuerte necesidad de que alguien dibuje una historia como esta en bocetos. Tenemos el fantasma de un viejo bibliotecario, una ciudad amurallada sin mapas, unicornios, sueños en la biblioteca, una boina vieja, estufas que queman trozos de manzano, sombras separadas de los dueños, un niño con sudadera de Submarino Amarillo… No tengo idea de si Murakami conoce o ha leído una novela albanesa llamada El palacio de los sueños, de Ismail Kadare, que también trata sobre el aislamiento y la lectura de los sueños como ocupación, pero recuerda totalmente a ella.
La ciudad y sus muros inciertos es una novela tranquila y larga (como la mayoría de las novelas de Murakami), pero nunca aburre. Sientes que es un libro sólo para gente que escribe o disfruta de la lectura por encima de todas las cosas, que ha vivido lo suficiente como para estar en una etapa de la vida en la que tiene muchos más pensamientos basados en el pasado que en el presente. Y el futuro casi que no existe. Demasiados sentimientos expresados. Poco se imagina el joven protagonista de esta novela que la chica de la que se ha enamorado está a punto de desaparecer de su vida. Se han conocido durante un concurso entre estudiantes de diferentes institutos, y no pueden verse muy a menudo. En sus encuentros, sentados bajo la glicinia de un parque o paseando a orillas de un río, la joven empieza a hablarle de una extraña ciudad amurallada, situada, al parecer, en otro mundo; y poco a poco, ella acaba confesándole su inquietante sensación de que su verdadero “yo” se halla en esa misteriosa ciudad.
Y esa ciudad, tal y como ella la describió, existe.
Diría que estamos ante una novela mucho más sombría y mucho menos dinámica que muchas otras novelas de Murakami. Pero aun así es increíblemente conmovedora y poderosa. En realidad, comienza bastante débil, con casi un 100% de repetición de lo que se cuenta en su Hardboiled Wonderland/End of the World, pero toma la misma configuración y hace algo completamente diferente con ella. Y todas las piezas realmente se alinean al final, lo que lleva a una conclusión realmente satisfactoria.
De las más recomendables para empezar a conocer a Murakami.