El caracol en la pendiente de los hermanos Strugatsky, si bien fue escrito a finales de los años 60 del pasado siglo, no se llegó a publicar hasta 1988. Como la Administración de la que se habla en el libro es un revoltijo extraño y sin sentido del que Kafka estaría orgulloso, no es difícil imaginar que las autoridades soviéticas al conocer de la historia rápidamente darían cuenta de esta critica/indagación sobre ellos y «actuarían». De ahí su retraso en ver la luz.
Por lo que me toca, El caracol en la pendiente puede ser uno de los libros más surrealistas que he leído en mucho tiempo. Aún con el rumiar posterior a la lectura, me es difícil sacar conclusiones definitivas sobre lo que he leído. Pero esto no quita que cualquier lector del fantástico (o no) deba tirar de esta novedad que publica Hermida Editores en nuestro país, si va en busca de un buen título que aporte buenas sensaciones lectoras. Lo que buscamos, en definitiva, ya que te gastas los dineros. La historia sigue a dos protagonistas separados que nunca… El primero es Cándido, que es un piloto que se estrelló en el Bosque (con B mayúscula) y está tratando de encontrar la salida. El segundo es Peretz, que está atrapado en la Administración creada para investigar el Bosque. Que tampoco parece poder irse. Cándido se encuentra en el mundo del Bosque, donde la gente vive en pequeñas aldeas y necesita estar constantemente atenta a los peligros que vienen de ese lugar: seres, criaturas que te queman si los tocas, una vegetación agresiva que lo invade todo si se les das media posibilidad o un extraño gas violeta. Y más cositas extrañas que salen de allí. La gente de los pueblos hablan sin cesar, repitiéndose constantemente y divagando sobre chuminadas. Parecen sentir que esto es necesario y correcto, refiriéndose a Cándido como «Hombre Silencioso» porque no hace tal cosa o si la está haciendo mal. Cándido sabe que no está en el Bosque desde siempre y quiere irse, pero le resulta extremadamente difícil aferrarse a esa idea. Se dice a sí mismo que se irá pasado mañana, pero todos los días sigue diciendo que es pasado mañana, es decir, el día nunca llega. Le resulta difícil pensar y recordar su vida anterior. Se da cuenta de que las otras personas con las que interactúa tienen el mismo problema y por eso divagan sobre chuminadas. La gente del Bosque puede vivir y prosperar con lo que el Bosque les proporciona. En un momento dado, dicen que la ropa que usan ha sido cultivada, y no pueden entender por qué la ropa de Cándido no crece cuando la cortan y la plantan… No pueden entender nada y a veces lo quieren entender todo.
Una profunda alegoría.
Y Peretz se ve atrapado en una farsa absurda en la Administración, organización que supuestamente sigue la investigación de ese extraño Bosque y todo lo que sucede dentro de él. Y todos en la Administración, excepto Peretz, reciben instrucciones por teléfono. Lo que le hace suponer que corre peligro.
Una tremenda metáfora.
Como podéis ver, no terminaréis El caracol en la pendiente esperando comprenderlo. Pero a poco que tengáis una edad y cierto conocimiento general de cómo funcionan (o han funcionado) ciertos estados dictatoriales del viejo continente, vais a entender todas y cada una de las indirectas que lanzan aquí los hermanos Strugatsky.
Una gran lectura, debido a su rareza y puro absurdo, de esos libros que te preguntas por qué demonios molan si apenas entiendes casi nada de lo que sucedió.