Últimamente pasa mucho que, como los guionistas de Hollywood llevan años cortitos de ideas, se decidió tirar hacia el maravilloso y grandilocuente mundo de los cómics donde hay ideas a cascoporro para adaptar. A diestro y siniestro, y buenas, a poco que busques bien. Pero no solo para cine también para las famosas series de TV de las diferentes plataformas a las que muchos andamos enganchados cada poco. E insisto en decir que se está tirando mucho de cómic porque hay calidad. Lo demuestra el cómic que reseñé ayer y lo demuestra el que os traigo hoy: La Vieja Guardia, del ganador de un Eisner Greg Rucka (Lazarus, Black Magick, Wonder Woman…) y el dibujante aclamado por la crítica Leandro Fernández (The Discipline, Deadpool, Pushisher: MAX) que formaron tándem para este cómic que se centra en esos viejos soldados que nunca mueren… Y no es una metáfora.
Ser inmortal y capaz de absorber el daño puede convertirte en un muy buen soldado. ¿El mejor? En La Vieja Guardia los personajes no se presentan al comienzo de cada historia y es muy difícil saber de qué elenco se trata la historia, pero todo se va resolviendo a su tiempo con un aspecto bastante diferente según el período de tiempo que trate. Pero sí, sí, no era un comentario más, los personajes principales de esta serie son inmortales, y sus acciones se combinan con la violencia con la que participan en ciertas batallas a las que acuden. Tenemos la historia de dos mujeres y tres hombres que no pueden morir… o casi. Sus nombres son Andy, Nicky, Joe, Booker y Nile. Son soldados, y su guerra nunca acaba. Han estado en todos los lugares, lo han visto todo y han luchado en prácticamente todos los conflictos hasta día de hoy. Durante siglos, han mantenido su existencia oculta, sin quedarse nunca demasiado tiempo en un mismo lugar, siempre en movimiento, de misión a misión. Pero todo cambiará cuando empiecen a darse hechos que no esperan, los propios secretos de cada uno de estos seres, La Luz que provocará que se desequilibre un equipo que parecía imbatible.
Y así llegamos a una antología de relatos, dos de ellos escritos por Rucka y el resto por un grupo de guionistas de diferente calibre. Dos historias están dibujadas por el artista original, Leandro Fernández, cada dos historias por otro artista. Y la mayoría de las tramas son realmente entretenidas, no maravillas, pero acción y hechos que gustan de leer por lo que proponen. Básicamente, se hace que uno de estos inmortales aparezca en algún lugar, en algún momento, los malutos intentan matar de alguna forma al inmortal (a veces lo consiguen), pero este resucita y los destroza. Me encantaron especialmente dos historias, una de Brian Michael Bendis y otra de Vita Ayala. Hicieron algo interesante con este montaje, algo que no está directamente relacionado con la violencia. Y Cómo hacer un pueblo fantasma, de Matt Fraction o Un alma vieja, de Jason Aaron, son tramas terriblemente buenas. Como veis, autores consagrados por un tubo. El caso es que Greg Rucka y Leandro Fernández invitan a otros veintiún escritores y artistas a jugar con los juguetes en una caja de arena llamada La Vieja Guardia. Y en mayor medida, todos hacen un buen trabajo. Para mí las mejores tramas se encuentran a mitad del primer ejemplar, más que nada, porque ya conoces qué son y cómo actúan y es cuando verdaderamente empiezas a disfrutar de la saga. Mi única queja podría ser que hay demasiado Booker y muy pocos Nicky y Joe…
El hecho de que las historias sean dibujadas por diferentes artistas plantea el eterno problema de siempre. Unos gustarán más que otros. Pero recordad que el dibujo en un cómic tiene el poder de hacer que ya solo te encante la historia por el visionado. Aquí os pasará eso. ¿Qué ocurre? Pues que dado el talento de primer nivel que trabaja siempre Greg Rucka, esta serie se ha criticado por no aportar nada nuevo. Ese es el problema inherente que le persigue siempre a los grandes autores o artistas. La gente les espera siempre éxitos tras éxitos y ese poder muy pocos lo tienen. Difícil como que te toque la Lotería de Navidad… o ahí-ahí. Pero las sombras no son tan densas cuando te adentras en ellas.