Decían que su rostro sonriente y simpático lo convirtió en un ícono internacional, más allá de la Guerra Fría, pues Yuri Gagarin fue el primer héroe de la conquista espacial, personaje a la vanguardia de la mayor aventura del siglo XX. Y Gagarin, habiendo aceptado riesgos increíbles para con su integridad física, fue seleccionado por la Unión Soviética para representarla ante los ojos del mundo, mientras ésta ocultaba la enorme maquinaria técnica, científica e industrial que era capaz de poner en órbita a un hombre. Y en la sombra, un misterioso ingeniero jefe, Sergei Korolev, cuya identidad permanecería oculta durante años. ¿Quién? Korolev fue liberado de un gulag para equipar a su país de geniales lanzadores nucleares, mientras que en Estados Unidos, Wernher von Braun se vio exonerado de su pasado al servicio de la Alemania nazi para crear cohetes igualmente formidables. Que todo, no siempre se cuenta.
Alexis Racunica, conocido como Alex Nikolavitch, es un formidable guionista y traductor de la BD, donde se genera el mejor cómic europeo. También es ensayista y conferenciante, y llegado el momento dio el salto al otro lado del charco para también hacer sus pinitos en el cómic norteamericano de superhéroes. Pero aquí tenemos una de sus potentes obras creadas en el Viejo Continente. Ángel del Proletariado, publicada en nuestro país por Desfiladero Ediciones. Un cómic semi-biográfico que algunos andábamos locos por leer y ver traducido a nuestro idioma. Y que nos lleva a las décadas de 1950 y 1960, al programa espacial soviético logrando sus mayores éxitos. Mientras tanto, en la Rusia clásica, aún a día de hoy, siguen estando en el anonimato virtual ciertos personajes: obsesionados con el secreto, las autoridades han clasificado las identidades de los responsables de estos éxitos, en particular de todo lo que aconteció al comentado Korolev. Aunque todos aquellos cosmonautas fueron una excepción, y especialmente el primero de ellos: Yuri Alekseïevich Gagarin; hijo de obreros, mecánico, que se había convertido en el símbolo del sueño soviético… de buenas a primeras podría estar “clavado en el suelo”, sin que nadie quisiera correr el riesgo de verlo morir en una misión.
A pesar del subtítulo, no es una biografía de Gagarin lo que nos cuenta Alex Nikolavitch. Habla más ampliamente sobre la conquista del espacio, no dudando en hacer viajes cortos al otro lado del Pacífico para ver el progreso de Von Braun en la USA de los 50. También juega el acto de equilibrio con los personajes, siendo Korolev en particular tanto el que fríamente envía a Laika a la muerte o el que lanza cápsulas habitadas, estimando sus posibilidades de éxito en una de dos. Siendo el resultado, un cómic ameno, rítmico, bastante fiel a la historia y lo suficientemente complejo como para convencer.
Con pinceles de Félix Ruiz optando por una representación semirrealista tradicional, relativamente refinada y muy legible. Los diferentes personajes son reconocibles y el colorido juega hábilmente con las paletas para que los cambios en el contexto sean comprensibles. Sin ser irreprochable (sobre todo en los movimientos que a veces son un poco estáticos), es una obra limpia y contundente que recuerda aquí y allá a diseñadores clásicos como Edgar P. Jacobs. Y un cómic que recuerda que no todos los soviéticos fueron malos.
Por supuesto, que no.