Los Hermanos Rubinstein se presenta como una serie ambiciosa de la que se propusieron en su día nueve álbumes para contar la historia de dos hermanos judíos en la primera mitad del siglo XX. Al final, quedaron cuatro y con una sinopsis que no me atrajo, en principio, mucho porque se cuenta poco. Pero que duda cabe que aquí estamos un día más para gritar -o comentar al oído-, lo que pienso de esta nueva serie de cómic europeo que ya tiene en su catálogo Yermo Ediciones. Una lección de cómo hacer un buen cómic de la mano de unos autores de los que sinceramente no esperaba que me fueran a enganchar tanto. Un dibujo que me encanta, eso si, ideal para estos temas.
Y la historia no es una excepción. Seguimos las aventuras de dos hermanos a través de las décadas y lugares, desde un asentamiento en el norte de Francia hasta el campamento de Sobibor pasando por París. Lo mínimo que podemos decir es que pasan cosas, anécdotas que los marcarán para siempre. Las dificultades que les depara la vida parecen unirlos aún más, y cada uno está dispuesto a hacer cualquier cosa por el otro. Es hermoso, el vínculo que une a estos hermanos tan arraigados familiarmente, un placer leer algo así porque se siente. Y nunca suena a cliché y para una historia de judíos durante la guerra, no recuerdo haber leído otra trama tan centrada en lo que importa.
Las relaciones familiares están realmente a la vanguardia en Los Hermanos Rubinstein. Bien resaltadas por las muchas aventuras y el contexto histórico. Los héroes son realmente entrañables, sus aventuras llenas de giros inesperados, un cómic de que no se olvidan fácilmente. La historia retrocede en el tiempo desde 1927 hasta 1948, regresando regularmente entre estas dos décadas, sin que resulte confuso o perturbador lo que se está contando. O bueno, quizás algo perturbador pero unos flashbacks bien elaborados que dan ventaja a la narración. Los acontecimientos presentes encuentran su origen en el pasado, el comportamiento de un personaje que hace eco de una aventura anterior y es claro, coherente, todo cobra sentido a medida que avanza la historia. Tenemos muchas ganas de saber el destino de nuestros dos héroes.
La trama parece que va para largo y así se demuestra en la narración y… bueno, ¿qué cuenta? Cuenta la vida de dos hermanos judíos de origen polaco, nacidos pobres, en un asentamiento del norte de Francia. Salomon, el mayor, ingenioso y fanfarrón, sueña con el cine. Moïse, el más joven, inteligente y tímido, tiene un éxito brillante en su carrera escolar. Despreocupados de su identidad religiosa, los acontecimientos y el paso del tiempo los irá convirtiendo en adultos sufridores de una vida que jamás pensaron vivir. Para lo malo y para lo bueno -pero más malo que bueno-, en unas vidas que se torcieron cuando nadie lo esperaba. Uno arrastrará a otro a las puertas del infierno. Cumplir con el destino, en un mundo al borde de la locura. Una obra poderosa producida por autores en la cúspide de su arte. Dos primeros álbumes recopilados que cuentan con una fluidez ejemplar, se devoran en nada, a poco que entres en el entorno, la construcción de la trama te hace viajar a varias temporalidades y con diferentes personajes. En este punto, una hazaña conseguida porque Luc Brunschwig consigue que entres en nada en dicha ambientación, o mejor dicho, aquellos años de tensión social constante.
Me gustó la calidad gráfica y veo normal el alto nivel ya que contamos con una obra a varias manos, una ósmosis preciosa de Étienne Le Roux, que se encarga del montaje y los personajes, Loïc Chevallier, hacedor de decorados y Elvire De Cock en la gestión del color. La representación es muy agradable y no parece artificial a pesar del trabajo que se puede deducir en ciertas partes con tableta gráfica. Predigo un futuro horroroso para estos personajes y quiero saber si (ojalá) me equivoco. Obra muy disfrutable que recuerda a la maravillosa Érase una vez en Francia.