Reseña: El Hermano Pequeño, de Jean-Louis Tripp

Con este álbum Jean-Louis Tripp seguramente ha ayudado a cauterizar una herida. De hecho, hay un fuerte sentimiento catártico en esta historia en la que el autor recuerda la muerte accidental de su hermano menor de ocho años en 1976 (un conductor lo atropelló ante sus propios ojos). Pero también, sobre todo, todo, todo, lo que “viene después”; la vida tras estos momentos que marcan y nunca se desvanecen.

Imborrables.

Tripp retrata con modestia esos momentos dolorosos para nosotros, desde el larguísimo luto –nunca termina realmente– hasta los trámites administrativos, pasando por la reconstrucción de los miembros de una familia devastada, pasando por todo lo doloroso, incluso llegando al juicio del conductor. Os puedo decir que la narración de El Hermano Pequeño que publica Norma Editorial, es muy ligera, nunca exagera el patetismo, lo que lleva al lector directamente y muy rápido a ese dolor que el autor sabe transcribir totalmente.

Jean-Louip Tripp relata una tragedia que por el momento no he vivido personalmente hasta ahora y espero no vivir nunca: la pérdida de un ser querido que era demasiado joven para morir.

Lo peor es que Tripp fue el último que habló con su hermano pequeño antes del accidente y lo que saldrá a menudo en este álbum es la culpa del autor que soltó la mano de su hermano pequeño y que pasará el resto de su vida pensando que hubiera pasado si no…

El dibujo semi-realista en una monocromía dominante de tonos beige, salpicado de raros destellos rojizos, que intenta reconstruir la realidad más cruda, también la más brutal, quizás para no tener que intentar escapar más de ella. Porque, de hecho, Tripp no nos ahorra para nada las escenas familiares, que sacarán alguna que otra lágrima al lector sensible. Por eso estamos ante un volumen que, sin duda, puede afectar mucho al lector que haya pasado por una situación similar. En ese caso, DOLERÁ en el alma la lectura. Un drama que pondrá el vello de punta a más de uno o una.

Enmarca a Tripp como autor a seguir.

Una buena lectura de esta su primera obra autobiográfica de la cual no me extraña que se convirtiera en gran éxito en el mundo de la BD.

Buen cómic de emociones intensas.

Ideal para los que necesitan enternecerse de vez en cuando.

Reseña: Mary y el Gigante, de Philip K. Dick

Otra de las novelas principalmente inéditas del desaparecido maestro Philip K. Dick que acaba de editar Minotauro es Mary y el Gigante. Una historia en principio simple pero efusiva, de una chica de pueblo pequeño que intenta abrirse camino para salir de una existencia donde parece atrapada con camisa de fuerza. Dicen que Mary Anne Reynolds es uno de los personajes más convincentes y empáticos que jamás llegó a crear el maestro de Illinois. Estoy de acuerdo. Y eso que Dick es un poderoso creador de personajes. Pero Mary tiene ese no sé qué, ese algo que te suena en su modo de hacer las cosas. Que conoces. Lo típico de: «Me suena tu cara y no sé de qué». Aun así no es solo ella. Mary y el Gigante está llena de personajes coloridos y claramente representados que se asocian con la escritura de Dick y, como evocación de un tiempo y un lugar determinado, se vuelve magistral. Tienes esa poderosa sensación de que existieron. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse si el personaje de Mary sería tan comprensivo hoy como podría haberlo sido en el pasado. Tengo la sensación de que la mayoría del público moderno, lejos de sentir empatía por Mary, estarían más inclinados a darle una buena bofetada; una chica sin rumbo, petulante en ocasiones, y tan explotadora como explotada. Schilling, por el contrario, aunque es ese escandalosamente “hombre mayor” para los estándares de 1953, es mucho más comprensivo. Solo quiere establecerse, encontrar el amor y trabajar para llegar a la jubilación. Puritano, conservador, como lo queráis llamar. Pero un tipo más común de encontrar en una sociedad estable.

Es California, principios de los 50, y Mary Anne Reynolds, de veinte años, vive en la pequeña ciudad de Pacific Park. Trabaja en un almacén, es intimidada por su padre borracho y abusivo y, naturalmente, odia su existencia. Lo único que le gusta en la vida es ir al barrio negro de la ciudad y escuchar jazz en un club de poca monta. Allí, a través de un pianista blanco (un beatnik amable y lánguido llamado Paul Nitz), conoce a un cantante negro llamado Carlton B. Tweany, una especie de Paul Robeson (actor, cantante, defensor de los derechos civiles…) de Pacific Park. Se puede decir que Mary se arroja sobre él y se convierten en amantes, pero el lacónico Tweany no puede soportar la búsqueda continua de Mary Anne por el significado de la vida. La deja por una groupie. El próximo amante de Mary es Joseph Schilling, un hombretón de cincuenta y muchos tacos, dueño de la tienda de discos clásicos donde ahora se ha puesto a trabajar. Schilling está enamorado de Mary y le enseña sobre música y musicales, pero ni siquiera él puede retenerla. Surge de la posibilidad de un matrimonio (poco duradero) con Paul Nitz y entonces…, bueno, Philip K. Dick en realidad le permite Mary un mínimo de felicidad pero intensa. De esa que muchos llaman “dickiana”.

Sería interesante ver qué opináis los que hayáis leído Mary y el Gigante u os dispongáis a hacerlo. Os puedo decir ya, por mi parte, que es una de las novelas “realistas” de los últimos años que más he disfrutado. Yo que abogo tanto por la literatura fantástica. La disfruté como disfruto la mayor parte de la escritura de Philip K. Dick (quién me diría hace un tiempo que comentaría esto sobre una novela de Dick). Pero sinceramente ando algo decepcionado con el libro como novela. Especialmente, por el inevitable final, donde esperaba algún giríto. Mary finalmente encuentra satisfacción en su bebé, aunque no sepamos quién es el padre. Solo satisfacción por lo que una mujer así puede esperar del mundo, de su estancia en este nuestro plano, etc. Uff, ¿no? Si que es cierto que parece un capítulo final añadido. Mmmm, no sé, no sé, me huele que aquí hubo retoques o “consejos” editoriales. Sin embargo, otra novela póstuma que debería poner fin a las viejas afirmaciones de que Dick no era un estilista. Lo era y podía llegar a ser muy elegante. Y es maravilloso aquí que Mary no sea brillante o de una gran belleza. Aunque Dick la dota de una fuerza silenciosa que cobra vida.

Maravillosa escritura. Recordad que estamos hablando de una novela que tardó treinta años en ver la luz. Dramón interesante de uno de los mejores escritores de CF de toda la historia. Como una buena balada de un grupo de rock.